La felicidad es un asunto muy serio

“Aquí se viene a morir”. La frase del capitán Miller en “Salvar al soldado Ryan”, sintetiza muy bien la circunstancia de unos soldados que, simplemente, deben cumplir con su deber.

No hace tanto que en las empresas hemos superado ese escalón moral, salvando las distancias, claro, resumido en aquel aquí se viene a trabajar. Es verdad que todavía, a poco que uno se empeñe, pueden encontrarse empresas donde el desempeño y el compromiso se miden en función del número de cortes y quemaduras al final de la jornada. Pero lo cierto es que ahora está mal visto y tiene muy mala prensa. Y cuesta mucho dinero.

De una u otra manera, parece que aquel mantra de hace tres décadas, “nuestro recurso más valioso son las personas”, comienza a tener un significado real, aunque sea en un sentido finalista: tratar bien a los trabajadores es bueno para el trabajador y es bueno para la empresa. Lo que antes era “mano de obra” pasó entonces a considerarse “recursos humanos” y, finalmente, “personas”.

Sin embargo, lo que valía para hace apenas unos pocos años ya no es suficiente. Apenas estamos consiguiendo garantizar que las personas lleguen enteras a la jubilación, sin patologías ni limitaciones adicionales, cuando la realidad nos obliga a poner nuestra atención y nuestros esfuerzos en otros ámbitos de la salud, incluidos el bienestar psicológico y el bienestar social. Las personas, en esta nueva realidad, ya no son sólo “personas”, sino “talentos humanos”, e incluso “colaboradores”.

¿Y qué realidad es esta?: la realidad de que el mundo está en un proceso de aceleración y cambio permanentes. Nuevas tecnologías y escenarios, tanto en el plano científico como en el tecnológico, económico o social, surgen casi día a día; nuevos materiales, nuevas herramientas, nuevas técnicas, nuevos procesos, nuevas tendencias… desaparecen antes de haberlos podido asimilar. El mundo se ha convertido en algo tan volátil, incierto, complejo y ambiguo que hasta el concepto entornos VUCA está ya pasado de moda.

En un escenario así, el factor competitivo más relevante en las empresas no va a ser el músculo financiero o la ventaja tecnológica, sino la capacidad de adaptación, al más puro estilo darwinista, a un entorno en constante crisis. Y en este empeño las personas van a ser, esta vez sí, la clave y el recurso más valioso.

¿Qué empresas sobrevivirán a este desafío, y cuáles se quedarán por el camino? La respuesta no es sencilla. Sin embargo, es fácil aventurar que en primera línea estarán aquellas capaces, en primer lugar, de garantizar las mejores condiciones para que los empleados den lo mejor de sí mismos en el trabajo. Porque ninguna empresa va a poder permitirse el lujo de desaprovechar un porcentaje mínimo del potencial de sus trabajadores. Y esto supondrá el reto de activar todas sus recursos y potencialidades, incluidas su capacidad de pensar, de buscar soluciones y de ser creativo, y ponerlas en valor en la propia organización. Aquí no se viene a trabajar: aquí se viene a pensar, a ser creativo, a tener iniciativa, a colaborar, a participar.

Y en segundo lugar, va a ser decisiva la capacidad de reclutar talento y poder conservarlo en un contexto de escasez. Porque en un escenario como el actual las empresas ya no pueden funcionar como en el pasado, contratando personal sin experiencia y formándolo con recursos internos, simplemente porque para entonces todo habrá cambiado otra vez. Es necesario contar con los mejores y que aporten valor desde el primer día.

Tanto para atraer a los mejores como para que todos aporten más que “horas por salario”, las organizaciones deben poder ofrecer la mejor experiencia de empleo posible. Esto significa crear condiciones laborales atractivas, flexibles, basadas muchas veces en las necesidades individuales de cada trabajador; significa establecer planes de carrera participativos, y no sólo para el personal clave sino para toda la organización; significa construir una cultura de empresa en la que se fomenten la creatividad, el respeto, la salud y el bienestar, y en la que el trabajador se sienta escuchado y partícipe de las decisiones que le afectan. En definitiva, significa invertir en felicidad.

Los empleados felices están más dispuestos a aportar, tienen un menor absentismo, y sus niveles de desempeño y compromiso con el proyecto se mantienen en entornos volátiles y complejos, e incluso en contextos adversos.

¿Cuánto invierte tu empresa en felicidad?

Psicólogo Laboral. Técnico PRL.

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