Graduado en la escuela de la vida

  …esa titulación que tod@s tenemos

Lograda a base de experiencias varias, ¿verdad?

   Lo curioso es que al ser un título “no reglado”, los temarios son variables y diferentes en cada caso, como si de una lámpara de techo de múltiples brazos se tratara:

 

   Cada brazo serían las habilidades y experiencias desarrolladas por cada persona: valiosas, costosas, elaboradas a través del tiempo y el esfuezo.

   Diferentes estilos y estéticas, pero todas con un punto en común: la unión al techo. Si se elimina, la lámpara cae.

   Sin embargo, curiosamente, nadie le da importancia a esta parte fundamental, dado que se presupone que no falla nunca. Podríamos hacer la analogía de que la anilla de unión al techo es nuestra seguridad y salud, el seguir vivo, vaya.

   En estos días de confinamiento, hay quien dice que estamos aprendiendo muchas cosas, tanto propias como del prójimo, pero la principal es que todo a nuestro alrededor se desmorona si no tenemos salud.

   Pero nadie repara en ello dado que (presuntamente) somos invulnerables, cual superhéroe de película de acción.

   De hecho, hasta tenemos “superpoderes” desarrollados:

  • Viajes en el tiempo: “eso no va a pasar”
  • Cálculo infinitesimal: “con eso suficiente, que el fabricante no tiene ni p*** idea”
  • Inmortalidad: “toda la vida ha sido así y nunca ha pasado nada”

   Debemos de reparar en lo importante, en el hecho de seguir con salud. Si eso falla, se desmorona el resto.

   ¿Y eso cómo se aprende? Pues por experiencias vividas como la actual, o donde se aprende el resto de cosas: en la escuela.

   Es por ello que echo en falta en todos los planes de estudios, reforma tras reforma, el educar en prevención de riesgos laborales (PRL).

   Salimos de los estudios con altas cualificaciones en cuanto a diversas materias para desempeñar nuestra futura profesión, pero (aunque empieza a haber tímidos apuntes en alguna que otra asignatura), sin preparación alguna en lo básico: no accidentarnos.

   Pensemos en estudiantes a la hora de incorporarse al mercado laboral:

   Nuestro estudiante X termina trabajando por cuenta ajena, por lo que será la empresa la encargada de formarle en PRL (antes o después, mejor o peor, eso ya es un interesante tema a tratar en otra ocasión).

   Y por avatares de la vida, un grupo de compañeros de X toman la decisión de crear su propia empresa, dado que disponen de conocimientos económicos, técnicos, organizativos, habilidades varias, pero…¿qué saben de los riesgos de su profesión? Es más, suponiendo que decidan contratar personal por cuenta ajena, ¿qué les van a explicar en cuanto a PRL se refiere si ellos mismos lo desconocen?

   Dice el refrán que el árbol hay que enderezarlo cuando es pequeño, normalmente con un soporte denominado “tutor”.

   Pues es lo que deberíamos de hacer: poner ese soporte desde la época de estudios, integrar la PRL como una disciplina más de la que hay que tener amplio conocimiento.

   Recientemente presencié el caso de una niña de corta edad indicando a su padre que no podía montar en un determinado vehículo, dado que no disponía de sillita para menores. El padre le restó importancia al hecho, pero ella se negaba en rotundo. Si se educa en prevención desde pequeños, lo asumimos como algo habitual y la no seguridad se convierte en lo extraño e intolerable.

   El primer objetivo laboral es seguir vivo, que los árboles no nos impidan ver el bosque…

   Y para ello la asignatura de PRL desde la infancia es fundamental.

   (Si has llegado hasta aquí, no me queda más que agradecer tu tiempo y pedirte que te cuides mucho en el día a día J )

 

Técnico y formador PRL

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